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Oraciones

Cuando una persona ora, entra en una relación personal y de amistad con Dios. La oración consiste en elevar el corazón a Dios, sea verbal o mentalmente.

Oraciones

Cuando una persona ora, entra en una relación personal y de amistad con Dios. La oración consiste en elevar el corazón a Dios, sea verbal o mentalmente.

GUÍA PARA ORAR Y
MEDITAR CON LA PALABRA DE DIOS

LECTURA ORANTE
CON LA PALABRA DE DIOS

ORAMOS ORANDO

1. Oramos al Espíritu
Santo:
Invocamos al Espíritu Santo para pedirle que nos ilumine, nos guíe en la escucha y
comprensión de la Palabra de Dios y nos anime a la respuesta con nuestra vida.

2. Proclamamos del
Texto:
Leemos muy despacio el texto bíblico y proclamamos en voz alta aquella palabra o frase
corta que nos llegó al corazón.

3. Volvemos a proclamar el
Texto:
Es necesario darle tiempo al Señor para escuchar el mensaje que quiere darnos a través
de su Palabra. ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo? Comentar aspectos del texto: personajes, el lugar, lo
que dicen y hacen, lo que más llama la atención.

4. Meditamos:
Meditamos sobre lo que el Señor dice en su Palabra. ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros? (Este momento
se hace en silencio).

5. Oramos:
Respondemos al Señor que nos ha hablado a través de su Palabra. Nuestra actitud debe ser la misma de la
Santísima Virgen María: “Hágase en mí según tu Palabra”. ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a su
Palabra? (El animador invita a los participantes a presentar oraciones breves e indica la respuesta a cada
petición).

6. Contemplamos:
Después de escuchar y orar con la Palabra de Dios, quedamos asombrados, fascinados, en silencio, en calma,
dejándonos animar por el ardor de la Palabra y la fuerza del Espíritu Santo. (El animador invita a los
participantes a hacerse esta pregunta ¿Qué nos pide el Señor que hagamos después de escuchar su Palabra?)

FORTALECEMOS NUESTRA FE:
La lectura orante de la Palabra de Dios se fortalece y complementa con las enseñanzas del
Magisterio y la Tradición de la Iglesia.

CONSTRUIMOS COMUNIDAD: La
lectura orante de la Palabra de Dios se practica en la construcción de comunidad y ciudadanía.


Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo,
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante Él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su Sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia,
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra (Efesios 1, 3-10)


¡Oh Misericordia infinita
que me habéis tolerado hasta aquí, no me abandonéis!


Por mi salud eterna estáis en esa cruz.
Todas vuestras sacratísimas llagas
están brotando misericordia.


Boca adorable de mi Salvador, no me condenéis.
Divinas manos de quien tengo todo lo que soy,
no me castiguéis.


Permitid, Señor, que yo adore esos pies
tan celosos en buscarme y en solicitarme.
Corazón sagrado de mi Salvador,


Corazón siempre abierto a nuestra sincera conversión,
Corazón siempre dispuesto a recibir al pecador,
recibid mis humildes suspiros;
escondedme en ese asilo inviolable
en el día de vuestra misericordia
y haced que vuestra Sangre redentora caiga sobre mí
para que lave todos mis pecados.


Amén.


Madre llena de dolor, haced que cuando expiremos,
nuestras vidas entreguemos en las manos del Señor.


Ven, Espíritu Divino manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.


Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.


Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento.


Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.


Reparte tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.


Amén


Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo,
Inspírame siempre lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia Santificación.


Espíritu Santo,
Dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.
Dame acierto al empezar
dirección al progresar
y perfección al acabar.


Amén.


Príncipe de los Apóstoles y de la Iglesia Católica:


por aquella obediencia, con que a la primera voz
dejaste cuanto tenías en el mundo para seguir a Cristo;
por aquella fe con que creíste y confesaste
por Hijo de Dios a tu Maestro;
por aquella humildad con que, viéndole a tus pies,
rehusaste que te los lavase;
por aquellas lágrimas con que amargamente
lloraste tus negaciones;
por aquella vigilancia con que cuidaste,
como pastor universal,
del rebaño que se te había encomendado;
finalmente, por aquella imponderable fortaleza
con que diste por tu Redentor la vida: crucificado.


Te suplico, Apóstol glorioso,
por tu actual sucesor, el Papa, Vicario de Cristo.
Alcánzame que imite del Señor esas virtudes tuyas,
con la victoria de todas mis pasiones;
y concédeme, especialmente, el don del arrepentimiento
para que, purificado de toda culpa,
goce de tu amable compañía en la gloria.


Amén


Oh Reina de las Misericordias, Inmaculada Virgen María,
Madre de Dios y Madre mía,
heme aquí postrado a tus pies santísimos.
Vengo lleno de confianza a implorar tu gran misericordia
para el remedio de mis muchas y grandes necesidades de alma y cuerpo.


Acuérdate, benditísima Señora, del Hijo Santísimo
que llevaste por nueve meses en tus purísimas entrañas,
recostaste en las pajas del pesebre, alimentaste con tu leche virginal y
reclinaste en tu virginal regazo.


Acuérdate de las tiernas caricias que durante su infancia le prodigaste
y del poder que, como madre,
tuviste sobre su corazón divino.


Acuérdate de tus dolores y angustias durante su santísima pasión y de
tus sufrimientos infinitos al pie de la cruz.
Acuérdate de que nos fuiste dada por Madre
por tu Hijo moribundo.


Acuérdate de tus dolores indecibles,
cuando le tuviste ya muerto en tus brazos maternales.
Acuérdate de las lágrimas que vertiste al dejarlo bajo la losa
del sepulcro y regresar sola sin tu Jesús,
envuelta en la nube triste de tu amarga soledad.


Acuérdate de tu infinita alegría al verle, la primera,
el día de la resurrección, triunfante y glorioso,
y de la felicidad de que disfrutas ahora en el cielo
como Reina sentada a su derecha.


Acuérdate, en fin, Señora, de que eres Madre y Madre de Misericordia,
escucha benigna mis suplicas y concédeme,
te lo suplico, la gracia que vengo a implorar
rendido a tus plantas benditas,
oh Señora, oh Reina, oh Madre de las Misericordias.


Amén


Corazón de Jesús, salvad a Colombia,
pues las muchas aguas de la tribulación la han inundado
y un torrente impetuoso de impiedad y calamidades
amenaza precipitarla en el abismo.


Por Vuestra agonía en el Huerto:
Corazón de Jesús salvad a Colombia.


Por el beso traidor: Corazón de Jesús…


Por la bofetada que recibísteis en la casa de Anás: Corazón de Jesús…


Por vuestra sentencia de muerte: Corazón de Jesús…


Vos sois el dueño absoluto de todas las cosas;
¿Quién podrá resistir a Vuestra Majestad?.


Por tanto Señor, Dios de Abraham,
tened misericordia de vuestro pueblo,
porque nuestros enemigos quieren vencernos
y exterminar vuestra herencia.


Así, Señor, no despreciéis esta parte
que redimísteis con el precio de Vuestra sangre,
oíd, Señor, nuestras oraciones,
sed favorable a nuestra suerte,
levantad el azote de vuestro justo enojo
y haced que nuestro llanto se convierta en alegría,
para que, viviendo, alabemos Vuestro Santo nombre
y le continuemos alabando eternamente en el Cielo.


Amén.


Santísima Trinidad, Padre Hijo y Espíritu Santo,
tres personas distintas un solo Dios verdadero,
en quien creo y espero
y a quien amo con todo mi corazón.


Te doy gracias por haber honrado sobre todos los santos
a San José
con la dignidad incomparable de padre adoptivo de Jesús,
Hijo de Dios, y esposo verdadero de María,
Madre de Dios.


Ayúdame a honrarle y merecer su protección
en vida y en la hora de la muerte.


San José patrón de la Iglesia, jefe de la Sagrada Familia,
te elijo por padre y protector en todo peligro
y en toda necesidad.


Descubre a mi alma la pureza de tu corazón,
tu santidad para que la imite
y tu amor para agradecerte y corresponderte.


Enséñame a orar, Tú que eres maestro de oración
y alcánzame de Jesús por María
la gracia de vivir y morir santamente.


Amén


Madre amable de mi vida,
Auxilio de los cristianos,
la gracia que necesito,
pongo en tus benditas manos.


Dios te salve, María…


Tú que sabes mis congojas
pues todas te las confío,
da la paz a los turbados
y alivio al corazón mío.


Dios te salve, María…


Y aunque tu amor no merezco
no recurriré a Ti en vano,
pues eres Madre de Dios
y Auxilio de los cristianos.


Dios te salve, María…


Por eso con fe y confianza,
humilde y arrepentido,
lleno de amor y esperanza,
este favor yo te pido.


(Se pide la gracia)


María Auxiliadora, ruega por nosotros.


Creo, Jesucristo,
que estás realmente presente
en el cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.


Te amo, te adoro y deseo recibirte dentro de mi alma;
pero ya que no puedo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven, por lo menos, espiritualmente a mi corazón.


Y como si ya te hubiese recibido,
me abrazo y uno enteramente a Ti.


No permitas que me separe de Ti.


Amén

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